Cambiar el mundo con arte
Por Marcelo J. Silvera
@MarceloJSilvera
@MarceloJSilvera
La utopía es tan antigua como el
mundo. Cambiar el mundo. O, en realidad hacerlo un lugar mejor, más justo. La
gran mayoría de las personas lo han pensado, o soñado; pero muy pocos
intentaron algo realmente. Ivanke puso acción al sueño. Pequeños Grandes Mundos
se llama su proyecto y recorrió 32 países haciendo talleres de arte con niños
de lugares que parecen no figurar en los mapas siquiera. Amor y arte para
cambiar el mundo.
-¿Y si arrancamos por
el principio? ¿Cómo era el Ivanke niño?
-Me encantaba dibujar, claro, pero también leer, inventar historias
y jugar al fútbol. Me gustaba hace reír
y jugar con los muñequitos de He-Man y los playmobils. No siempre dibujar era
puro disfrute. Muchas veces me frustraba por esa maldita percepción tan
instalada respecto a lo que significa “dibujar bien”. Sentía que si no me salía
una imagen fiel a la realidad, estaba mal. Con el tiempo, a través de los años
me fui dando cuenta que la técnica es un medio pero que no es lo más
importante. Lo más valioso en definitiva, es poder comunicar una idea, un
sentimiento, algo que queremos decir.
-¿Hoy ves a ese niño en otros niños?
-Claro, y cada que vez que un
chico me dice que algo no le sale, que no sabe dibujar, me acuerdo de mi mismo
y trato de ayudarlos desde esa experiencia. De hecho les cuento esto mismo que
te acabo de contar.
-El ilustrador, haciendo una odiosa generalización, suele ser un ser
solitario, que se encierra para dibujar ¿por qué decidiste abandonar el confort
y salir al mundo?
-Hace mucho que buscaba hacer
algo. Algo que yo sintiera pudiera cambiar algo, por más chiquito que fuese. Y
tenía ganas de hacerlo desde lo que yo hago. Por suerte lo encontré acá. Me
animé a hacer algo que en principio parecía una locura pero sabiendo que con
mucho trabajo, amor y alegría, como mínimo, valía la pena el esfuerzo. Me
siento un privilegiado de poder ver crear a tantos chicos y chicas. De
escucharlos, de divertirme y aprender junto a ellos.
-Y no fue salir a un cafecito junto al río Sena en París… fue ir a
zonas en conflicto, lugares distantes, olvidados, discriminados…
-Sí, desde el primer minuto la
idea fue poder abarcar la mayor diversidad posible, de dar talleres a chicos
que nunca hubiesen dibujado, con chicos que venían escapándose de la guerra, a
chicos que no fueran al cole porque que deben trabajar, chicos que viviesen en
el desierto, la selva, la montaña, una ciudad gigante o un pueblo remoto.
-¿Pequeños Grandes Mundos es la idea originaria o es parte de la
evolución del andar el camino?
-Creo que este proyecto condensa
gran parte de lo que me mueve y me interesa: generar espacios donde no los hay,
entendiendo el arte como una posibilidad. Una posibilidad de abrirnos, decir
quiénes somos y qué deseamos ser. El arte como transformador social. También lo
siento como una herramienta de unión a partir de la cual generar puentes entre
chicos de diferentes contextos. En un principio nació como algo muy concreto,
una vuelta al mundo dibujando con chicos pero ya es parte de mi vida de acá a
supongo, siempre. Junto a mEy (Clerici), mi amor y mi compañera en cada paso
que encaramos, esperamos seguir haciendo más y más proyectos. Tenemos muchas
ganas de agrandar el equipo, sumar más gente, incluso de otras disciplinas para
laborar en conjunto y poder replicar esto por todas partes.
-Acá, en una zona de confort interesante que crean los medios de
comunicación, hablamos de #NiUnaMenos y reivindicamos la igualdad de género, y
criticamos si una lista política no cumple con el cupo femenino o si se hacen
elecciones de Reina para los festivales… pero el mundo es otra cosa. Leí un
post de Pequeños Grandes Mundos que me conmovió, preguntaba ¿dónde están las
niñas?
-El texto de mEy, lo transmite
mucho mejor que yo:
¿Y dónde están las nenas?
A esta altura de la increíble y gran aventura que es Pequeños Grandes
Mundos, si alguien nos pregunta: ¿qué cosas observamos en todo este tiempo?
¿Qué les llamó mucho la atención? Sin dudas nos saltan a la cabeza un montón de
cosas. Pero hay algo que tenemos en la punta de lengua siempre porque está tan
presente en todos lados y se repite sin parar casi sin excepción.
Estamos arriba de una lancha sobre el río Mekong, yendo desde Laos a
Tailandia. La lancha va muy despacio y pasamos muy cerca de las costas. Está
lleno de isleños por todos lados, gente que vive ahí a la rivera del río en sus
casitas y con sus animales. A medida que pasamos con la lancha los chicos que
están jugando en la costa nos ven y se paran a saludarnos a los gritos y con
las manos en alto. Los vemos y los saludamos a los gritos también. Y después de
un rato nos damos cuenta que todos los que nos saludan son varones. ¿Y dónde
están las nenas?.
Estamos en una camioneta sobre un camino de tierra en el sur de
Etiopía. Llegamos a la aldea de una tribu en la que nos vamos a quedar a dormir
esa noche en carpa para vivir con ellos durante dos días y hacer muchos
talleres con los pibes de ahí. Estacionamos y entonces vemos por la ventanilla
un grupo enorme de nenes venir corriendo desde lejos para recibirnos. Corren
con las sonrisotas pegadas en la cara y están cada vez más cerca. Nosotros ya
vamos preparando las energías para estar a la altura de todo el entusiasmo de
los pibes de la tribu. Bajamos de la camioneta y empezamos a saludarlos uno por
uno dándoles las manos, abrazándolos o chocando palmas. Y ahí vemos que son
todos varones. ¿Y dónde están las nenas?
Estamos en medio del desierto de Rajastán en India. Hace muchísimo
calor, la tierra está súper seca y el polvo vuela por todos lados. Pasamos
nuestro última noche durmiendo sobre la arena en pleno desierto bajo las
estrellas. Una de las experiencias más hermosas del mundo. Ahora ya estamos de
vuelta en Khuri que es el pueblo más cercano. Un lugar súper chiquito y sin
nada. Pero supimos que hay una escuela no muy lejos, así que fuimos a
visitarla. Llegamos y nos recibió un maestro que nos avisó que los chicos
acababan de empezar las vacaciones, pero que había algunos de todas formas
adentro rindiendo los últimos exámenes. Entonces entramos para conocer la
escuela y ver si podíamos improvisar algún taller ahí. Antes de entrar vimos en
la calle a un montón de chicos vestidos aún con el uniforme puesto. Recién
salían de su último examen y ya estaban libres. Arreglamos con el maestro para
hacer un taller con ellos pero dentro de la escuela. A todos les pareció bien,
así que nos instalamos en el patio, y en pleno piso desparramamos todos los
materiales y nos pusimos a dibujar. Salieron algunos de los dibujos más
impresionantes del viaje. Estábamos en plena actividad cuando por un segundo
miramos a todos los chicos en acción y caímos de nuevo en la cuenta de que eran
todos varones. ¿Y dónde están las nenas?
Y así una y otra vez. Se repite como con un calco. ¿Dónde están las
nenas? ¿Y las nenas dónde están?
Las nenas están adentro de las casas haciendo los quehaceres con sus
mamás.
Las nenas están en el campo juntando leña para el fuego.
Las nenas están yendo al río llenando las tinajas con agua.
Las nenas están lavando la ropa en la parte de atrás de la escuela.
Las nenas están trabajando.
Y cuando las nenas crecen esta desigualdad no se termina. Más bien se
agregan algunas responsabilidades más, como cocinar, estar embarazadas, parir,
criar hijos y ser una buena esposa. Además de cargar leña en la espada, llevar
tinajas con agua en la cabeza, lavar la ropa en el pasto y estar adentro de las
casas haciendo las cosas que todos sabemos que una mujer debe hacer.
Sexo débil la pindonga.
-¿Crees que hay posibilidad de cumplir la utopía de la igualdad?
-Es difícil generalizar ya que el
rol de la mujer no es igual en cada contexto y cada cultura. Hay lugares donde
está un poco más equiparado y otros, la mayoría, donde ciertamente la brecha
entre hombres y mujeres es abismal. Ojalá mis hijos y luego mis nietos vivan en
mundo más justo.
-Juguemos un poco para no llorar… Además de conocer, dibujar, viajar,
juegan mucho. Los vi en Etiopía con su versión del “Terrame Terrame Te Sin Te
San”, por ejemplo, o con otros muy similares a los que jugamos de niños o
juegan nuestros niños muy parecido al “Lobo está?” tal vez. ¿Será que son los
juegos, la diversión, la alegría lo que nos une?
-¡Sí! Descubrimos que tenemos un
montón de juegos en común con culturas de diferentes rincones. “La mancha”, el
“lobo está”, “el huevo podrido”, “piedra, papel o tijera”… pero también nos
unen otras cosas. El humor por ejemplo, los chicos se ríen de cosas parecidas
en todos lados. También era muy similar cuando contestaban que sienten ellos
cuando dibujan. Sus sueños y preocupaciones también fueron poderosamente y
llamativamente parecidos.
-Fuiste invitado por TED para dar una charla. El sueño de muchos sin
dudas y me incluyo. Sin embargo, me pregunto a esta altura de la charla ¿cuál
es el mejor público al que te enfrentaste?
-La charla TED fue una
experiencia genial, no solo por lo que significa sino porque me dio la
posibilidad de parar un poco la pelota y repensar lo que estaba haciendo. ¿Qué
cosas había aprendido? ¿Qué de todo eso quería transmitir y compartir?
Cada nueva grupo es un desafío
renovado y justamente lo divertido es renovarse. Es estar alerta a como se va
dando todo y no estar en piloto automático o intentando tener una fórmula como
si todos fuésemos lo mismo.
-¿Cómo sigue Pequeños Grandes Mundos?
-Durante el 2016 estamos dando
talleres en comedores, en la Villa 31 y diferentes. El año próximo haremos el
mismo proyecto pero esta vez dentro de Argentina. Daremos talleres artísticos
en 23 escuelas rurales, una por provincia a lo largo de todo el país. Estaremos
una semana en cada escuela y el trabajo durante esos días incluirá charlas,
proyección de fotos y videos, talleres de arte y concluirá con una muestra del
trabajo de los chicos abierta para toda la comunidad y las familias. Contaremos
con dos grandes aliados: APAER y Red de Comunidades Rurales. También haremos un
libro con lo mejor de la experiencia y durante cada semana compartiremos fotos,
videos y relatos a través de las redes sociales.
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