Los comportamientos humanos son el principal objeto de
investigación de los científicos. Según diversos estudios, tener predisposición
a reírse y sonreír podría ser resultado de tus genes.
La serotonina modera el estado de ánimo, apetito y deseo en
las personas. Algunas neuronas y células nerviosas se comunican al liberar
serotonina en los huecos entre las dos células del cerebro y la serotonina
circula hasta que una proteína, llamada transportador de serotonina (SERT),
regresa el químico a la célula.
En la década de los 90, investigadores identificaron un gen
llamado 5HTTLPR, que afecta la cantidad de SERT que el cuerpo produce. Las
personas heredan dos copias, una de cada padre, y existen dos variantes una con
alelo largo y una con alelo corto. Varios estudios han ligado un alelo corto
con varias emociones negativas, desde depresión y trastorno de estrés
postraumático hasta vergüenza y situaciones socialmente incomodas.
Ahora, investigadores de la Universidad Northwestern (Evanston,
Illinois | Estados Unidos), han descubierto que el gen también juega un papel
en la emociones positivas. Los investigadores realizaron tres experimentos, uno
en donde miraron una tira cómica del periódico, otra en el que observaron un
fragmento de la película absurdista ‘Extraños en el paraíso’, y otra en la que
una pareja de casados discutía acerca de un desacuerdo. Los participantes
fueron grabados durante los experimentos, y los investigadores analizaron los datos
de éstas grabaciones, así como su composición genética por medio de una prueba
de saliva.
Los científicos después codificaron las expresiones faciales
de los sujetos, distinguiendo risas o sonrisas falsas de las reales. Las
personas con dos copias de alelos corto fueron quienes más reían y sonreían,
aquellos que tenían una copia de alelo corta y otra larga estaban a la mitad, y
los que tenían dos versiones largas son los que menos rieron.
Los resultados, publicados en el diario Emotion, sugieren
que las personas con alelos cortos son más sensibles, tanto en las emociones
negativas como positivas. Al final, sin ir al psicólogo, parece que la culpa de
que rías o no también la tienen tus padres.
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