La Panadería Santa Rita trabaja desde 1969- Entrevistamos al matrimonio
fundador
La panadería: Un oficio que trasciende en las familias. Juan Domingo
López y Liliana Soland se casaron de jovencitos,
ambos eran oriundos de Roldán, Santa Fe, pero él había nacido en Cintra. Al
momento de unirse, decidieron venir a Villa María y trabajar de su oficio. Llegaron
“con una mano atrás y otra adelante” afirman. Sin embargo, hoy pueden ver que
todo el sacrificio y esfuerzo con que iniciaron se ve reflejado en la respuesta
día a día de la gente, y en la cafetería que inauguraron hace poco en la
tradicional esquina de Tucumán y Rivadavia, a metros del puente Alberdi. “Santa
Rita”, ahora a cargo de los hermanos López trabaja renovada y con más fuerza
que nunca.

Recientemente la sede principal
de “Santa Rita” adaptó su local para instalar una cafetería amplia y cálida,
que se conecta con la parte de atención al público de la panadería. Ambos
ambientes se complementan con un estilo “vintage” pero con detalles modernos,
los objetos antiguos cobran importancia en todos los estantes porque hacen
referencia al oficio de la panadería, la
cartelería también colabora con proporcionar imágenes de otras épocas.
NEWS MAGAZINE entrevistó al matrimonio fundador de las panaderías
que funcionan desde 1969 para conocer cómo fueron los inicios y cómo analizan hoy la
gastronomía en la ciudad y en el mundo.
“Nos iniciamos 1969 en la esquina
de Bv Alvear y Mendoza. Alquilábamos el local hasta que un buen día compramos el terreno que está casi al lado,
en Alvear 340, donde estamos en este momento. Con el transcurso del tiempo,
alquilamos en esta esquina (Tucumán y Rivadavia) Posteriormente compramos este espacio. La idea del bar surgió de nuestro hijo Adrián que quiso
ampliar este local. Siempre trabajamos la familia, nuestros hijos eran muy
chiquitos, estuvieron siempre presentes. Hemos formado a mucha gente, ahora
nuestros hijos están a cargo desde que Juan se enfermó”, relató Liliana.

Del horno a leña a los tiempos de hoy…
“Antes había hornos a barro, con
leña, después a gasoil, a gas, después vino el rotativo. El primero que tuvimos
era a gasoil y eléctrico. Venía Baudino nos traía el combustible llenaba el
tanque y además de la electricidad. La producción de un día consumía 70 litros.
Cuando era a leña se usaba 120kg diarios. Si había mal tiempo tenías que
apurarte a entrar la leña para que no se
humedezca, se prendía 4 horas antes de empezar a cocinar. No era sólo
prenderlo, luego había limpiarlo con bolsas húmedas para sacarle todo lo que
volaba y que no se pegara en el pan. Con una pala se limpiaba y con la otra se
entraba el pan. Antes era muy sacrificado, pero ahora se fue suprimiendo gente
porque hoy una máquina hace el trabajo de dos empleados, el horno igual, antes
se necesitaban dos empleados para meter el pan, uno para poner en la tabla y
otro para ponerlo a cocinar. La tecnología fue avanzando. Hemos tenido más de
cien empleados a lo largo de estos 48 años, muchos se han independizado y han
abierto sus propios locales, funcionamos
como una escuela también. Hay empleados actualmente desde el comienzo o de 30
años de antigüedad, incluso ya se han jubilado”.
¿Cuál es el atributo que distingue a Santa Rita?
“Es que trabajamos con la mejor
materia prima entonces los resultados son siempre muy buenos. Con eso logras
buenos productos y eso la gente lo reconoce”.
¿Requieren capacitación sus empleados?
“Sí, se tienen que capacitar
seguido, porque cuando incorporamos los sándwich, las máquinas se van renovando
y siempre hay cosas nuevas, sobretodo en la parte de repostería”.
¿Cuáles serían esos productos que se mantienen a lo largo del tiempo?

¿Se imaginaron llegar a tener este local tan grande?
“No, nunca lo imaginamos. Uno va
progresando y uno no se da cuenta, está metido, y ahora tomamos consciencia de
lo que se logró, parece mentira que tanta gente nos responda. Por ahí hay cola,
ves a toda la ciudad en el local”
¿Cómo son los horarios de los negocios?
“En la sede de Tucumán, trabajamos todo el día, de 6 a 22hs, en el
otro (sede bv Alvear) a la siesta cerramos porque allá no hay movimiento como
acá, o es más complicado estacionar. En esta esquina pasa mucha gente que va
para la pileta, la costanera, el río, o los que viajan para el lado de Ausonia.
No das abasto en este local”.
¿Recuerdan cuántas panaderías había
cuando abrieron el 1 de febrero de 1969?
“Las que nos acordamos que ya
estaban en la ciudad eran Las Rosarinas, Signoretti, Riera, Costabella,
Mercadal, La Italiana, Almada, Macrina, había alrededor de 60, y hoy debe haber
100 en total. Aunque hay muchas clandestinas, donde cocinan a puertas cerradas,
en los barrios, con baja calidad en muchos casos. Más allá del precio hay que
hacer las cosas con buena calidad, se está alimentando a la gente y la buena
atención también es importante”.
¿Qué sienten un día que por algún motivo no pueden abrir la panadería?
“Un poco sentimos como que le
estamos fallando a la gente, el domingo era el día de más trabajo, pero cuando
Juan se enfermó empezamos a cerrar ese día. Porque es el único día que mis
hijos pueden disfrutar de ver a sus hijos en fútbol, y nosotros los nietos. Nos
hacía falta, era imposible ya de lunes a lunes. Nadie podía descansar. Pero
ahora es un desahogo total. Creíamos que no se podía cerrar porque la exigencia
era mucha. Actualmente cuando estábamos haciendo el local nuevo, los pintores
decían ustedes no saben la cantidad de personas que vienen y quieren abrir la
puerta. Hace dos años que no abrimos más los domingos, y la gente todavía no se
acostumbra. Y dijimos cerremos y listo,
asique la gente compra antes, se va
adaptando y por lo menos se puede disfrutar. La salud también se resigna en
estos años”.
Ustedes que han viajado por el mundo, como ven la panadería en otros
lugares ¿hay muchos elementos que los usan acá?
“Nosotros hacemos eso, viajamos
con Juan a todos lados del mundo y él se mete en las panaderías y confiterías,
saca fotos y después hizo algo que vio. Desde
un bizcocho chipá que lo vimos en el Calafate, hasta alguna torta. Cuando
fuimos a Punta del Este vimos los sándwich de verduras, y lo implementamos acá,
le ponemos palta, la tarta con calabaza, con berenjena, cosas que fuimos
replicando de otros lugares del mundo”.
¿Quiénes creen que son los vanguardistas en el rubro?
“Son todos fuertes, hay mucha
innovación. España y Alemania son muy buenos en confitería, no así en los
panes, en los lugares que hemos visitado, no encontramos pan como el de
Argentina. No ves esa varillita formada, o pan casero con semillas. En Rusia
están haciendo, pero pan hay acá en
Argentina donde tenemos la mayor cantidad de formas y calidades”.
¿Cómo ven el futuro de estos locales?
“Ya se encargarán nuestros hijos.
Pero no pensamos abrir en otras ciudades porque en su momento tuvimos, pero
dejó de ser negocio porque está la competencia de las panaderías clandestinas y
no se podía rebajar el precio. Acá fuimos una de las panaderías más perseguidas
por las inspecciones, durante cinco años nos verificaron todo, como veían que
trabajábamos mucho y nos iba bien,
teníamos los otros panaderos en contra y nos hacían órdenes de allanamiento por
el horario. Al ser mucho el trabajo teníamos que empezar mucho más temprano.
Tuvimos cinco años con ese tipo de problemas, hasta llegaron a clausurarlo
porque violamos el horario, era una de las panaderías más nuevas con todo
impecable, la estrenamos y ahí lo clausuraron. Ahora llega la recompensa al ver
todo esto”.
“Siempre trabajar con
calidad en los productos, esfuerzo y mucho amor propio. Son muchas horas de
trabajo, pero como familia actuamos como un equipo”.
Durante la entrevista recordaron algunas anécdotas de los primeros años, una de
ellas fue cómo obtuvieron su primer vehículo 0KM…
En los comienzos de la panadería, el matrimonio pudo adquirir un auto
usado pero que se les rompía seguido para realizar diariamente las reparticiones
y las compras. Liliana contó: “Un
domingo el horno se llenó, uno de los empleados le iba cargando la camioneta
vieja, mientras yo atendía. Al rato me avisan que había chocado la chata. Se
había llevado por delante una chata Ford nueva que estaba en la vereda porque
su dirección se le había cortado. En ese momento pasó Don Felipe del Mercado de
Abasto, se bajó y lo conoció a Juan. Le dijo no te hagas problema pibe que ya
lo vamos a solucionar. Al otro día había que repartir, asique vino y nos prestó
un vehículo nuevo impecable. Después, Don Felipe hizo que una concesionaria le
entregara una camioneta nueva y que él le salía de garantía, sacamos un crédito
y de allí empezamos a repartir sin lidiar con vehículos viejos”.
Un recuerdo entrañable:
La obra del Padre Hugo
El Padre Hugo Salvato dejó huella en más de un vecino de ambas villas,
por su carisma, por su gran corazón dedicado a los niños que menos tenían, por
dar todo sin esperar nada a cambio, esa era su filosofía de vida, por eso es
muy recordado por los villanovenses y villamarienses. No es la excepción el
matrimonio López. Ellos recordaban con una sonrisa en su rostro y ojos
vidriosos, cuando el Padre cada
madrugada llegaba a la panadería a buscar el pan, para luego repartírselo a los
niños.
“El Padre Hugo venía todas las mañanas,
entraba y sacaba las cosas. Me decía “mami”, y yo le decía “papi”, por ahí
le yo decía “¡mucho mami y papi pero se lleva todo Padre!” Después venía y tomaba
mates. Un día de mucho frío, le puso
caña al mate, nos reíamos mucho. Lo sentimos muchísimo, se lo extraña mucho, él
era una persona tan buena, le brindaba de todo a la gente", así lo recuerda Liliana, más que presente e irremplazable.
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