ADIÓS AMADEO

HASTA SIEMPRE AMADEO CARRIZO, OTRA GLORIA DEL FÚTBOL ARGENTINO QUE SE NOS VA..

Tristeza, Murió Amadeo Carrizo

La gloria de River y del fútbol argentino falleció este viernes a los 93 años. La pelota está de luto
Amadeo Carrizo, considerado como uno de los tres mejores arqueros de la historia del fútbol argentino, falleció hoy a los 93 años, según informaron fuentes de su entorno familiar.
Carrizo marcó una época por su estilo y efectividad en el puesto, jugando 552 partidos en River Plate (durante 23 años y ganó siete títulos) y 22 en el seleccionado argentino (10 años y ganó la Copa de las Naciones en Brasil), con el cual participó en la Copa del Mundo de Suecia en 1958.
Nacido en la localidad santafesina de Rufino, un 12 de junio de 1926 -ese día quedó establecido como "El día del arquero"- jugó en el exterior en Millonarios, de Colombia, entre 1969 y 1970, en donde se retiró con 44 años.
Carrizo debutó en primera a los 19 años y fue el primer arquero en Argentina que usó guantes, se caratacterizó  por ser un innovador en la época al salir del área, jugar con los pies y poseer un potente saque de arco que era el primer eslabón del ataque de su equipo. A los 42 años Mantuvo su valla invicta por 769 minutos.
Jugó siempre emprendiendo la hermosa aventura de la creación. Más allá de aciertos y errores, interpretó con una naturalidad y calidad sorprendente el rol del hombre que está allí para dejar algo muy valioso y perdurable que fue inspiración para varias figuras del fútbol
En su despedida, habría que decir que Amadeo Carrizo no imitó a nadie. Todos lo imitaron a él. Aun sin saber exactamente quien era Amadeo. O que representaba. O que estilo cultivaba. O como atajaba. Aunque él prefería trascender la atajada, jugando. Como, por ejemplo, sostenía y sostiene el Loco Gatti, compañero de Amadeo en aquel River de los 60.
Esa figura de arquero anticipador que leía a distancia cuando y como tenía que intervenir, encontró en ese tipo entrañable que fue Amadeo el perfil y el diseño de un verdadero creador que se enfrentó a la ortodoxia del puesto y a los defensores radicales de esa ortodoxia. Algo así como lo fue Astor Piazzolla para los tangueros más tradicionales. Y tal vez más recalcitrantes.
Lo hacía todo con naturalidad, Amadeo. Sin sobreactuaciones. Sin esfuerzos extravagantes. Sin sofisticación al cohete. Sin venta de humo, tan extendida en estos tiempos exhibicionistas. El se veía como el último hombre del equipo que integraba. No como el arquero que solo participa para descolgar un centro o para tapar un mano a mano. No. Esa idea del “arquero boludo” que se protege con las manos para quemar la ilusión de un gol ajeno, no formaba parte de la libre interpretación de Amadeo.
Por eso fue un auténtico creador hasta quizás sin pretensiones de serlo. Un creador que por supuesto hizo escuela. De allí, de esa influencia, de esa inspiración aparecieron Néstor Errea, el Flaco Alberto Poletti, Hugo Gatti, Navarro Montoya, Angel David Comizzo, el Mono Burgos y tantos otros de menor relieve que lo vieron, lo imaginaron y lo imitaron con más o menos éxito.
Nunca sacó chapa Amadeo. Nunca pasó facturas, aunque a él le pasaron varias, como la boleta histórica que le facturaron a Argentina los checoslovacos en el Mundial de Suecia 58. Hasta lo marcaron como un chivo expiatorio. Y debilitaron su autoestima. Pero se sobrepuso. A los ignorantes siempre presentes y a los reaccionarios nunca ausentes.
Tuvo su revancha gloriosa en la Selección con la conquista de la Copa de las Naciones en 1964, cuando Argentina en Brasil derrotó a Portugal 2-0, a Brasil con Pelé incluido 3-0 (esa noche le atajó un penal a Gerson) y a Inglaterra 1-0. Fue la despedida de Amadeo de la Selección, aunque continuó actuando para su amado River, aunque en varias ocasiones reivindicó su admiración por Independiente, por el arquero Fernando Bello y por el paraguayo goleador Arsenio Erico.
Parece una frase hecha, pero la verdad es que Amadeo era un tipo sin maldad. Sin rencor. Sin envidias. Sin celos. Lo conocimos en algunos encuentros furtivos cuando él ya había abandonado el fútbol. Esa onda de calidez y bienestar que siempre transmitía a la hora de hablar y de intercambiar opiniones, siempre nos pareció una actitud que supo reflejar en la cancha. Aun en la derrota. Aun en el dolor. Y aun cuando algunos de sus rivales (el brasileño Paulo Valentim, Angel Clemente Rojas y el Nene Sanfilippo, por citar a algunos) trataron de irritarlo y desenfocarlo para sacarle alguna ventaja.
Amadeo no los esperó para cobrarse alguna cuenta pendiente. Solo al Beto Menéndez, quien en el 65 jugaba para Boca, después del partido y camino al vestuario le metió un piñazo en el pómulo. El Beto había sido su compañero en River y lo venía gastando sin pausas. Hasta que Amadeo luego de esa caída por 2-1 ante Boca que postergaba a River en la lucha por el campeonato, en la Bombonera se disfrazó de boxeador.
El legado que dejó no se puede medir ni establecer. Igual que todos los legados. Está por afuera de las dimensiones estadísticas. O incluso de las sensaciones. Es el legado de su talento. De su aura de jugador que atrapó la postal de un crack. Porque fue un crack que perforó los límites de un arquero. Por eso perduró su presencia. Por eso su nombre definió una función. Decir Amadeo es decir un arquero completo. Como decir Diego es decir un diez en plenitud.
La gratitud del fútbol hacia el Maestro Amadeo debe ser total. Como el fútbol total que denunció interpretando el juego.
La leyenda de las cuatro décadas, el Tarzán de Ruffino, el revolucionario del arco, el presidente honorario de River, el inventor del puesto y sobre todo el dueño de los tres palos del fútbol argentino. Amadeo Carrizo se fue a los 93 años dejando el legado de haber sido el arquero más importante del fútbol sudamericano de todos los tiempos
Don Manuel Carrizo supo de los dotes de su hijo para el arco cuando Amadeo, primero cuando lo convenció que deje de jugar de 9 y lo peloteaba al fondo de la casa, y luego cuando ya atajaba en la primera de BAP -Buenos Aires al Pacífico- de la liga de Rufino. Tenía 14 años y los buscadores de talento lo querían llevar a Rosario Central. Don Manuel dijo: ”Es River o no es nada“.
Entonces, él mismo hizo gestiones con el interventor en los ferrocarriles de Rufino, Héctor Berra, declatonista de River. Se armó un amistoso para que el observador se lleve impresiones a Buenos Aires y el BAP le ganó a Sporting Laboulaye. Berra no dudó y escribió la recomendación directa a Carlos Peucelle y Amadeo se tomó el tren que lo llevaría a River y a décadas de hazañas.
Fue un 6 de marzo de 1943, Amadeo tenía 16 años y una semana después lo ficharon, luego de una práctica donde lo probaron Moreno, Labruna, Loustau y Pedernera, quienes ya formaban la famosa Máquina. El 18 de abril debutaría en la cuarta que luego saldría campeona.
El debut en primera se dio dos años después, luego de atajar todo el 44 en la reserva y entrenar seguido con primera. Lo hizo ante el Rojo donde jugaba su ídolo Arsenio Erico, Amadeo ni lo dudó y le pidió un autógrafo, fue el 6 de mayo de 1945. Así se iniciaba la vida profesional de Carrizo, que incluyó su primer título.
Sin embargo su primer estallido se da cuándo bajo el apodo del Tarzan de Rufino se empieza a hacer conocido y afirmarse en el arco de River. Aquello sucedió en 1948 con un partido histórico en la Bombonera, en el primer triunfo de River en esa cancha tras 8 años de mala racha. El 1 de agosto de ese año Carrizo es una de las grandes figuras del 2 a 1 y empezaría su reinado.
Lo que vino después, además de los títulos -fueron 5 durante la década de 50- y la fama -contratos publicitarios, bolos en el cine y un par de tangos- fue un paradigma nuevo para el arco: el arquero jugador. Antes de Amadeo, los arqueros no sabían que había vida más allá del área chica y que los pies también podían usarse.
Los mejores antes de Carrizo se diferenciaban del resto por la elasticidad, por la reacción, por la fuerza de piernas para volar y por el salto. Amadeo a eso le agregó coraje para moverse con clase afuera del área, mucha técnica para usar los pies y un poco de espectáculo con la boina, los guantes, la ropa diferente y una presencia que jamás pasó desapercibida.

Carrizo hubiera sido un arquero super moderno ahora que casi todos los equipos tienen en el portero un pase más para armar juego. Nada de lo que vino después fue igual para los arqueros que se ganaron un lugar tan importante como el enganche o como el goleador. Carrizo puso en el centro de la escena también al jugador que solía estar en los festejos de los goles contrarios.
Una escena quedó en decenas de fotos y algunas pocas filmaciones caseras y resumen el juego de Carrizo. En el Superclásico jugado el 31 de octubre de 1954 en el Monumental, River le ganó 3 a 0 a Boca y en un pelotazo largo a Pepino Borrello, delantero Xeneize, el arquero lo gambeteó, de ida y de vuelta. Nunca nadie recordaba a un arquero haciendo esas jugadas.
Carrizo contaría: “Fue una jugada de un buen nivel técnico que la utilicé como un recurso. Todos esperaban que la dejara entrar al área para atraparla. Era la lógica. Pero salí del área, amagué para un costado, lo vi venir a Pepino de atrás y lo eludí otra vez. No fue canchereada. En algún otro partido salí del área e hice el pase enseguida, pero ahí fue la primera vez que me animé a gambetear".
El Tarzán de Rufino ya estaba en la plana de todos los diarios y su llegada a la selección fue inevitable. Claro que en la primera experiencia grande, mundial de Suecia 1958, fue parte del desastre. Un equipo sin preparación y sin conocimiento fue vapuleado y amadeo se llevó la peor parte, los 10 goles en tres partidos y la eliminación.
Tendría revancha tras aquel dolor incurable. En la Copa de las naciones de 1964, Carrizo, fue infranqueable y pudo hasta con el propio Pele a quien le ganó la final por 3 a 0. Brasil organizó esa Copa para coronar a su Rey y los laureles se los llevó el gran Amadeo que a los 38 años tenía la medalla que le faltaba.
En el primer partido ante Portugal ganaron 2-0 y las crónicas de la época hablaban de una gran atajada a Eusebio y mucha serenidad para el equipo. El segundo juego fue contra Brasil y Amadeo se atajó todo incluso un penal a Gerson porque Pelé no se animó a patear. Luego vino Inglaterra y otro triunfo por 1-0 con una actuación descomunal que incluyó un mano a mano a Boby Charlton y una ovación de todo el estadio.
Aquellos “monedazos” de 1958 en el Aeropuerto de Ezeiza se convirtieron en aplausos, abrazos y llanto en el mismo lugar donde amadeo no pudo contener el llanto, esta vez por alegría.

El final de su carrera entraba en la recta final pero aún le quedaba una hazaña más: el arco invicto en el año 68, justo en el final de su carrera en River cuando había pasado los 40. Aquel hecho fue tapa de todos los diarios y en el mismo partido donde llegó a los 769 minutos sin que le hagan goles, todo el estadio, incluyendo a los hinchas de Vélez y a los miles que fueron a ver el acontecimiento, se olvidaron el juego para revolear pañuelos blancos y aplaudir al gran arquero de todos los tiempos.

Luego, con la fama a cuesta, se fue a Perú y a Colombia. River no le hizo nuevo contrato y cuando todos pensaban que estaba acabado aún tenía hilo en el carretel. Su figura se hizo inmensa en Millonarios de Colombia por un récord imponente que duró décadas y porque los colombianos llenaban los estadios para verlo atajar. Fueron 2 años más de gloria, hasta que a los 44, habiendo pasado las cuatro décadas en el arco dijo basta.
El camino ya estaba abierto y nunca más los arqueros serían esos tristes ojos mirando los festejos de los rivales. Tendrían vida propia y la figura del Loco Gatti que vendría después no hubiera existido sin el gran Amadeo. Por suerte para su merecida trayectoria, casi todos, los homenajes se los hicieron en vida y quizá el más alto haya sido ser el presidente honorario de River Plate todos estos años, el lugar donde escribió la historia.

Aunque para todo el fútbol argentino, el reconocimiento total, fue el que le hicieron en 2013 cuando el congreso determinó que la fecha de su nacimiento el 12 de junio, sea considerado el “Día del arquero”.

NUMEROS, CURIOSIDADES Y DATOS
Partidos jugados en River: 546, de los cuales 25 fueron por Copa Libertadores. Es el jugador con más presencias con la camiseta de River en la historia del club.
Partidos jugados en exterior: en Millonarios atajó 60 partidos y también tuvo un paso por Universitario de Perú pero solo jugó amistosos como uno ante la leyenda rusa Lev Yashin, también disputó amistosos con Alianza Lima.
Años de carrera profesional: 25 temporadas atajó desde su debut en 1945 hasta su retiro en Millonarios de Colombia en 1970 cuando tenía 44 años
Títulos obtenidos: Ganó 6 campeonatos con River, 1945, 52, 53, 55, 56, 57 y con la Selección Nacional la Copa de las Naciones en Brasil 1964.
Partidos jugados en la Selección: atajó 20 partidos entre el 54 y el 64, incluyendo la actuación en el mundial 58 cuando le anotaron 10 goles en tres partidos y fue apuntado como uno de los responsables del desastre de Suecia.
Debut en Primera División: 6 de Mayo de 1945 Independiente 1 - River Plate 2. Último partido en Primera División de River: 22 de Diciembre de 1968 Vélez Sarsfield 1 - River Plate 1.
Invicto: en el año 68, con 42 años, mantuvo el arco invicto por 769 minutos. El récord se registró el 14 de julio de 1968 y fue reconocido por todo el fútbol argentino. Carlos Bianchi jugando para Vélez terminó con su valla sin vencer.
Clásicos: vaya paradoja, Carrizo, fue el arquero de River cuando el equipo ganó el primer partido en la Bombonera el 1 de agosto de 1948 por 2 a 1. Además le atajó dos penales a Valentín en el año 60. Son recordadas sus anécdotas con Rojitas cuando le robo la boina, con Pepino Borrello a quien gambeteó tres veces en la misma jugada o cuando le hizo creer a Madurga que estaba en offside y le sacó la pelota que estaba por ser gol.
Innovador: Fue el primer arquero en usar guantes en el año 1952, fue el primer jugador que hizo trabajos de modelaje y publicidad, fue el primero en atajar con los pies y jugar afuera del área chica y fue el primero en jugar durante 4 décadas, las del,40,50, 60 y llego al 70.

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